Ir al contenido principal

Honro a mi abuelo Salomón, una figura paterna que marcó mi vida


A lo largo de la vida, hay personas que, sin buscarlo, dejan una huella profunda. Para mí, una de esas personas fue mi abuelo Salomón.

Una figura paterna positiva, amorosa y profundamente respetuosa.

El abuelo Salomón era un hombre sensible, con un corazón abierto y una fe inquebrantable. Tenía una espiritualidad serena, que no necesitaba explicarse con palabras: se sentía en su forma de vivir, de confiar, de cuidar.

Era muy honrado. Vivía con principios claros, trataba a todos con respeto y nunca levantaba la voz. No usaba malas palabras, no imponía. Acompañaba con presencia, con cariño, con esa elegancia sencilla de los hombres buenos.

Reía con sus ojos. Tenía un curioso bigote. Su mirada se iluminaba con ternura, con alegría genuina. Tenía un buen humor constante y una forma de disfrutar lo simple que llenaba de paz a quien lo rodeara. Y bailaba conmigo. No necesitábamos música fuerte ni grandes fiestas. Bastaba su risa, su gesto, su complicidad. Bailar con él era sentirme en casa.

Conmigo compartía desde el alma. Me hablaba con sinceridad, con esa sabiduría que no necesita imponerse. Me hizo sentir capaz, escuchada, valiosa. Como si reconociera en mí una fuerza especial y si supiera que yo tenía algo importante que ofrecer al mundo, incluso cuando yo aún no lo tenía claro.

Gracias a él comprendí que la sensibilidad es fortaleza. Que hay hombres que protegen sin controlar. Que cuidar puede ser una forma poderosa de amar, que no necesito una persona a mi lado que me sea fiel a la fuerza, sino alguien que sea leal a sí mismo y por esto la verdadera conexión con otro solo es posible si vivo tambien leal a mi misma. Porque eso era lo que él practicaba cada día: coherencia entre lo que sentía, pensaba y hacía.

Mi abuelo Salomón marcó mi vida para bien.
Me hizo sentir profundamente respetada, segura, mirada con amor limpio. Su ejemplo sigue vivo en mí: en cómo escucho, en cómo acompaño, en cómo creo.

Gracias, abuelo Salomón.
Por tu ternura, tu risa, tu fe, por tus pasos de baile, y tu forma de habitar el mundo.
Te honro. Te celebro. Y te llevo conmigo. Siempre.


www.marcelabritoavellaneda.com

Comentarios

Entradas populares de este blog

Sanar relaciones: mi camino para confiar en el amor y la amistad después del trauma

Por mucho tiempo, pensé que algo en mí estaba roto. Que las relaciones no eran para mí, que el amor era una trampa y que las amistades solo funcionaban si yo me adaptaba a lo que los demás querían de mí. Crecer con el peso de una infancia marcada por la violencia sexual me dejó cicatrices que, al principio, ni siquiera entendía. Me volví experta en sobrevivir, pero cuando se trataba de conectar con otros, me sentía perdida. En la amistad, por ejemplo, nunca sabía bien cómo ser yo misma sin sentir que estaba incomodando a alguien. Me costaba abrirme, porque en el fondo tenía miedo de que, si alguien veía quién era de verdad, se alejaría. ¿Cómo confiar en alguien cuando aprendiste que las personas que deberían haberte protegido fueron las primeras en hacerte daño? Así que me refugiaba en la distancia o en la complacencia: decía “sí” cuando quería decir “no”, aceptaba menos de lo que merecía y callaba lo que dolía. En el amor era aún más difícil. La intimidad me asustaba, no solo física,...

Sanar a mamá en mí: cuando el perdón es hacia adentro y el amor se expande

Durante mucho tiempo creí que sanar la relación con mi mamá significaba perdonarla. Perdonarla por lo que no supo darme, por sus ausencias emocionales, por sus silencios, por sus formas. Pero con los años, el camino  me llevó por otra ruta más honda y amorosa: la del perdón hacia mí misma. Porque más allá de lo que ella hizo o dejó de hacer, también yo me herí intentando llenar vacíos. También yo me exigí, me culpé, me hice pequeña o me endurecí para no volver a sentirme como me sentí con ella. También yo me juzgué por no poder “superarlo”, por desear una madre diferente, por querer cerrar la herida con la razón cuando lo que dolía era el alma. Sanar la relación con mamá ha sido, sobre todo, reconocer que ya no quiero seguir cargando ese peso. Que no necesito que ella cambie para yo poder estar en paz. Que no se trata de que me entienda, me pida perdón o me dé lo que nunca pudo. Se trata de dejar de esperar y empezar a vivir desde lo que sí puedo darme ahora . Perdonarme ...

El regalo silencioso de mi papá: creer en mí

Durante años creí que sanar era acumular herramientas, nuevas formas de pensar o técnicas que me ayudaran a “estar mejor”. Pero con el tiempo descubrí algo más profundo: que el verdadero punto de transformación es conocerme a mí misma . Entender cómo funciono, qué me activa, qué me da miedo, qué necesito para sentirme en paz. Y en ese proceso, inevitablemente, miré hacia atrás... y me encontré con mi papá. Mi papá nunca me gritó. Nunca me levantó la mano. Nunca me trató con groserías. Su forma de enseñarme fue con palabras, no con castigos. Me hablaba para hacerme caer en cuenta de lo que podía mejorar. No imponía, explicaba. No controlaba, confiaba. Y quizás eso fue lo más poderoso: Confiaba en mí más de lo que yo misma lo hacía. Él siempre me decía que debía estudiar, aprender, valerme por mí misma. No desde la exigencia, sino desde el amor profundo que desea que su hija no dependa de nadie, que sea libre, fuerte y capaz. Me apoyó incluso cuando no estaba de acuerdo con mi...