Ir al contenido principal

Entradas

Salir del laberinto: lo que me salvó… luego me encerró

Entradas recientes

La caja de tachuelas que me salvó… y que también tuve que soltar

Durante años, viví protegida por una armadura invisible. Me volví experta en detectar el peligro, en controlar cada detalle, en mantenerme firme aunque por dentro me estuviera desmoronando. Crecí con heridas profundas, de esas que no se ven pero que moldean todo. El trauma en mi infancia me enseñó a sobrevivir, y para hacerlo, armé mi propia caja de herramientas: la desconfianza, el silencio, el alejamiento emocional. Me sirvieron. Me salvaron. Pero también me encerraron. Hace un tiempo descubrí algo que me dejó pensando: el Efecto Einstellung . En los años 40, un psicólogo llamado Karl Dunker hizo un experimento con una vela, una caja de fósforos y una caja de tachuelas. El reto era fijar la vela a la pared sin que la cera cayera sobre la mesa. La mayoría intentó lo complicado: clavar la vela o pegarla con la cera derretida. Nadie veía lo más simple: usar la caja vacía de tachuelas como soporte. Eso hacemos muchos de nosotros: usamos lo que conocemos , aunque ya no funcione. Repet...

Sanar el vínculo con papá, aunque ya no esté

Esta semana, al hablar sobre papá con mis hermanos, me di cuenta de algo que nunca había mirado tan de frente: Hay partes de la historia de mi papá que no conozco… y que hoy me hacen falta. No es que no tenga recuerdos con él. Claro que los tengo. Momentos compartidos, palabras, miradas, gestos suyos que se me quedaron grabados. Pero hay preguntas que no hice. Historias que no le pedí que me contara. Temas que no me importaban de joven y que ahora, en esta etapa de mi vida, me duelen por su ausencia. Quisiera saber más sobre lo que pensaba, lo que sentía, lo que lo conmovía. Cómo veía el amor, la vida, la muerte, los hijos, su propio pasado. Hay respuestas que nunca llegarán. Y aunque sé que no las tendré en esta vida, sé que siguen vivas, girando como preguntas en mi corazón. Tal vez un día, en otro plano, nos encontraremos de nuevo y nos daremos el tiempo de contarnos todo eso que se quedó volando. Por ahora, solo puedo mirarlo desde adentro. Y honrar la huella que dej...

Honro a mi abuelo Salomón, una figura paterna que marcó mi vida

A lo largo de la vida, hay personas que, sin buscarlo, dejan una huella profunda. Para mí, una de esas personas fue mi abuelo Salomón. Una figura paterna positiva, amorosa y profundamente respetuosa. El abuelo Salomón era un hombre sensible, con un corazón abierto y una fe inquebrantable. Tenía una espiritualidad serena, que no necesitaba explicarse con palabras: se sentía en su forma de vivir, de confiar, de cuidar. Era muy honrado. Vivía con principios claros, trataba a todos con respeto y nunca levantaba la voz. No usaba malas palabras, no imponía. Acompañaba con presencia, con cariño, con esa elegancia sencilla de los hombres buenos. Reía con sus ojos. Tenía un curioso bigote. Su mirada se iluminaba con ternura, con alegría genuina. Tenía un buen humor constante y una forma de disfrutar lo simple que llenaba de paz a quien lo rodeara.  Y bailaba conmigo. No necesitábamos música fuerte ni grandes fiestas. Bastaba su risa, su gesto, su complicidad. Bailar con él era...

El regalo silencioso de mi papá: creer en mí

Durante años creí que sanar era acumular herramientas, nuevas formas de pensar o técnicas que me ayudaran a “estar mejor”. Pero con el tiempo descubrí algo más profundo: que el verdadero punto de transformación es conocerme a mí misma . Entender cómo funciono, qué me activa, qué me da miedo, qué necesito para sentirme en paz. Y en ese proceso, inevitablemente, miré hacia atrás... y me encontré con mi papá. Mi papá nunca me gritó. Nunca me levantó la mano. Nunca me trató con groserías. Su forma de enseñarme fue con palabras, no con castigos. Me hablaba para hacerme caer en cuenta de lo que podía mejorar. No imponía, explicaba. No controlaba, confiaba. Y quizás eso fue lo más poderoso: Confiaba en mí más de lo que yo misma lo hacía. Él siempre me decía que debía estudiar, aprender, valerme por mí misma. No desde la exigencia, sino desde el amor profundo que desea que su hija no dependa de nadie, que sea libre, fuerte y capaz. Me apoyó incluso cuando no estaba de acuerdo con mi...

Sanar a mamá en mí: cuando el perdón es hacia adentro y el amor se expande

Durante mucho tiempo creí que sanar la relación con mi mamá significaba perdonarla. Perdonarla por lo que no supo darme, por sus ausencias emocionales, por sus silencios, por sus formas. Pero con los años, el camino  me llevó por otra ruta más honda y amorosa: la del perdón hacia mí misma. Porque más allá de lo que ella hizo o dejó de hacer, también yo me herí intentando llenar vacíos. También yo me exigí, me culpé, me hice pequeña o me endurecí para no volver a sentirme como me sentí con ella. También yo me juzgué por no poder “superarlo”, por desear una madre diferente, por querer cerrar la herida con la razón cuando lo que dolía era el alma. Sanar la relación con mamá ha sido, sobre todo, reconocer que ya no quiero seguir cargando ese peso. Que no necesito que ella cambie para yo poder estar en paz. Que no se trata de que me entienda, me pida perdón o me dé lo que nunca pudo. Se trata de dejar de esperar y empezar a vivir desde lo que sí puedo darme ahora . Perdonarme ...

Ser mamá: un camino que sana generaciones

Ser mamá lo cambió todo para mí. Y no porque me volví alguien distinta, sino porque ser madre me puso frente a cada herida que pensé que ya había sanado. Cuando has vivido abuso sexual en la infancia, la maternidad no se vive igual. A veces, el simple acto de cuidar a un hijo despierta memorias que ni sabías que seguían ahí. En mi caso, hubo noches en que los veía dormir y lloraba sin entender por qué. Hasta que lo entendí: esa niña que yo fui también había necesitado ser protegida, amada, escuchada. Y entonces se volvió inevitable: ser mamá me llevó a mirar más profundo mi propio dolor. No desde el juicio, sino desde el deseo de no repetir, de no transmitir, de romper un ciclo que no empezó conmigo… pero que sí podía terminar conmigo. 💛 Aprendí que el instinto de proteger a mis hijos podía esconder también un miedo inconsciente: que ellos pudieran sufrir lo que yo sufrí. Ese miedo a veces me hacía sobreproteger, desconfiar, angustiarme más de la cuenta. Tuve que aprender a dist...