Ir al contenido principal

Aprender a amarme: el viaje más transformador que he hecho

Aprender rápido se ha vuelto una de las habilidades más importantes de estos tiempos. El mundo no deja de moverse… y yo tampoco.


Así como cambian las tendencias y las tecnologías, también cambian mis heridas, mis creencias, mis emociones. Estoy en constante evolución. La clave está en cuánto me abro al cambio y en cuánto estoy dispuesta a aprender sobre mí misma.

He comprendido que el amor propio no es un lugar al que se llega, es un proceso que se recorre. Un arte. El arte de reconocer mi valor más allá de lo que viví. De aceptar mi historia sin permitir que defina quién soy hoy. Aprender a amarme ha sido un viaje en el que cada experiencia, incluso las más difíciles, se han convertido en oportunidades para crecer.

He aprendido que quienes más crecen no son los que lo saben todo, sino los que nunca dejan de hacerse preguntas. Los que se atreven a explorar, a descubrir nuevas formas de vivir, de sentir, de sanar. Como decía Einstein: “No tengo ningún talento especial. Solo soy apasionadamente curioso.” Y esa curiosidad, aplicada a mi propio proceso, me ha llevado a lugares que jamás imaginé.

Cuando me permito conocer nuevas formas de cuidarme, de abrazarme con compasión, de sanar desde lo profundo… las posibilidades de transformación se expanden. El aprendizaje no solo está en los libros o en las terapias. Está en cada pequeña decisión que tomo por mi bienestar, en cada palabra amable que me regalo, en cada vez que me elijo primero, sin culpa.

A veces me pregunto: ¿Qué más puedo aprender sobre mí? Y esa pregunta se ha convertido en una puerta hacia una vida con más conciencia, más amor y más felicidad. Como dijo Voltaire: “Juzga a una persona por sus preguntas más que por sus respuestas.”

Mi proceso de sanación es, en el fondo, una búsqueda de verdad: la verdad sobre lo que siento, lo que necesito y lo que merezco. Y entre todas esas verdades, hay una que me sostiene cada día: ya soy digna de amor, simplemente por existir. 💜✨


www.marcelabritoavellaneda.com


Comentarios

Entradas populares de este blog

Sanar relaciones: mi camino para confiar en el amor y la amistad después del trauma

Por mucho tiempo, pensé que algo en mí estaba roto. Que las relaciones no eran para mí, que el amor era una trampa y que las amistades solo funcionaban si yo me adaptaba a lo que los demás querían de mí. Crecer con el peso de una infancia marcada por la violencia sexual me dejó cicatrices que, al principio, ni siquiera entendía. Me volví experta en sobrevivir, pero cuando se trataba de conectar con otros, me sentía perdida. En la amistad, por ejemplo, nunca sabía bien cómo ser yo misma sin sentir que estaba incomodando a alguien. Me costaba abrirme, porque en el fondo tenía miedo de que, si alguien veía quién era de verdad, se alejaría. ¿Cómo confiar en alguien cuando aprendiste que las personas que deberían haberte protegido fueron las primeras en hacerte daño? Así que me refugiaba en la distancia o en la complacencia: decía “sí” cuando quería decir “no”, aceptaba menos de lo que merecía y callaba lo que dolía. En el amor era aún más difícil. La intimidad me asustaba, no solo física,...

Honro a mi abuelo Salomón, una figura paterna que marcó mi vida

A lo largo de la vida, hay personas que, sin buscarlo, dejan una huella profunda. Para mí, una de esas personas fue mi abuelo Salomón. Una figura paterna positiva, amorosa y profundamente respetuosa. El abuelo Salomón era un hombre sensible, con un corazón abierto y una fe inquebrantable. Tenía una espiritualidad serena, que no necesitaba explicarse con palabras: se sentía en su forma de vivir, de confiar, de cuidar. Era muy honrado. Vivía con principios claros, trataba a todos con respeto y nunca levantaba la voz. No usaba malas palabras, no imponía. Acompañaba con presencia, con cariño, con esa elegancia sencilla de los hombres buenos. Reía con sus ojos. Tenía un curioso bigote. Su mirada se iluminaba con ternura, con alegría genuina. Tenía un buen humor constante y una forma de disfrutar lo simple que llenaba de paz a quien lo rodeara.  Y bailaba conmigo. No necesitábamos música fuerte ni grandes fiestas. Bastaba su risa, su gesto, su complicidad. Bailar con él era...

El regalo silencioso de mi papá: creer en mí

Durante años creí que sanar era acumular herramientas, nuevas formas de pensar o técnicas que me ayudaran a “estar mejor”. Pero con el tiempo descubrí algo más profundo: que el verdadero punto de transformación es conocerme a mí misma . Entender cómo funciono, qué me activa, qué me da miedo, qué necesito para sentirme en paz. Y en ese proceso, inevitablemente, miré hacia atrás... y me encontré con mi papá. Mi papá nunca me gritó. Nunca me levantó la mano. Nunca me trató con groserías. Su forma de enseñarme fue con palabras, no con castigos. Me hablaba para hacerme caer en cuenta de lo que podía mejorar. No imponía, explicaba. No controlaba, confiaba. Y quizás eso fue lo más poderoso: Confiaba en mí más de lo que yo misma lo hacía. Él siempre me decía que debía estudiar, aprender, valerme por mí misma. No desde la exigencia, sino desde el amor profundo que desea que su hija no dependa de nadie, que sea libre, fuerte y capaz. Me apoyó incluso cuando no estaba de acuerdo con mi...