Durante mucho tiempo creí que sanar la relación con mi mamá significaba perdonarla. Perdonarla por lo que no supo darme, por sus ausencias emocionales, por sus silencios, por sus formas. Pero con los años, el camino me llevó por otra ruta más honda y amorosa: la del perdón hacia mí misma. Porque más allá de lo que ella hizo o dejó de hacer, también yo me herí intentando llenar vacíos. También yo me exigí, me culpé, me hice pequeña o me endurecí para no volver a sentirme como me sentí con ella. También yo me juzgué por no poder “superarlo”, por desear una madre diferente, por querer cerrar la herida con la razón cuando lo que dolía era el alma. Sanar la relación con mamá ha sido, sobre todo, reconocer que ya no quiero seguir cargando ese peso. Que no necesito que ella cambie para yo poder estar en paz. Que no se trata de que me entienda, me pida perdón o me dé lo que nunca pudo. Se trata de dejar de esperar y empezar a vivir desde lo que sí puedo darme ahora . Perdonarme ...
Del caos también se nace. Yo atravesé las sombras y descubrí que sanar no es olvidar, es recordar quién soy en lo más profundo. Hoy comparto mi camino para que, como yo, despiertes tu propia forma de sanar.